Al contemplar las estrellas sentimos rápidamente la magia del Universo.
Desde que el ser humano llegó como invitado a este planeta, ellas han estado.
Al no poder siquiera imaginar los límites de un cielo tan vasto, la humildad, la reverencia, el misterio, fue parte de nuestras vidas.
En las ciudades ganamos comodidades y olvidamos disfrutar del paisaje de las estrellas. Cada noche perdemos la oportunidad de sentir lo que ellas son capaces de despertar en nuestro interior con solo levantar la mirada.
Son muchas las ocasiones que día a día se nos escapan para pensar en algo más grande que nuestra novela diaria. Es fácil acabar creyendo que esa novela es la única historia que existe y que vale la pena atender.
Estamos tan acostumbrados a la magia que creemos que no existe.
Una flor parece solo una flor. ¿A qué habría de parecerse sino a ella misma? Sin embargo ¿somos capaces de crear una? ¿Somos capaces de ser como ella, de aprender de ella y ser también nosotros mismos?
Quizá si miráramos más seguido las estrellas podríamos también apreciar lo que de ellas tiene cada uno en su interior.
Carl Sagan nos lo recuerda: "somos polvo de estrellas".
Lic. Marisa Rau
Comments