Una amiga puede #oler las hormigas desde que tuvo que aplastar muchas. Dirán que es por #clariesencia pero no, si te exponés mucho tiempo a un estímulo acabarás ampliando tu registro perceptual. Ahora que si leen la nota sobre el aroma de las hormigas en Infobae ya les parecerá menos raro y verán que el #olfato es un sentido del que se vale el investigador para distinguir unas hormigas de otras.
Quizá nunca oleremos lo que un perro, pero la experiencia indica que una nariz humana entrenada puede captar muchas sutilezas. La de todos, no solo la de maestros perfumistas.
Por millones de años el olfato guió a chamanes, curanderos y médicos en sus diagnósticos. Ese conocimiento se está perdiendo porque las medicinas tradicionales nos llegan un tanto híbridas y así se enseñan al occidentalizarse (puede que un practicante de medicina china hoy no huela, no mire la lengua, no tome el pulso, etc.) [*]
Se sabe por ej. que la fiebre amarilla huele a carnicería, la fiebre tifoidea a pan integral, la insuficiencia hepática recuerda al pescado crudo, pero como nuestro cuerpo es un laboratorio también las emociones liberan aromas y algunos de ellos bastante repulsivos. Se estudia la relación entre emociones y microbioma, ese aura de bacterias que nos acompaña.
También se sabe de personas que huelen enfermedades, como por ejemplo Joy Milne que distingue el #aroma de los afectados por #Parkinson y le recuerdan al almizcle o la madera. Detectó el olor mucho antes que su esposo manifestara los primeros síntomas de la enfermedad. Se inició una investigación y muchas personas reportaron que percibían olor acre, como a hongos, intenso y grasiento. Los llaman superolfateadores.
En verdad todos somos superolfateadores en estado inhibido ya que no sabemos aprovechar a pleno nuestros sentidos por falta de entrenamiento y por nuestras barreras culturales.
Marisa
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