Durante un Assessment Center con gerentes regionales de una multinacional el representante de un país caribeño se levantó de su silla, tomó su mochila y dijo "chau".
No recuerdo qué hizo que se sienta tan en desventaja como para querer abandonar el juego.
La gerente de RRHH también había viajado a Buenos Aires para presenciar el Assessment. Esa brasileña estaba tan cómoda en sus zapatos que hasta olvidábamos de a ratos su silente presencia.
El señor cruzó el salón y advirtió que nada le impedía abandonar la evaluación.
Quienes coordinábamos le abrimos paso. Los demás gerentes se rieron, no podían creer que lo que estaba ocurriendo fuese en serio. Con una broma que lo alojó en un “nosotros”, desde la coordinación le recordamos que era libre y que nada era tan serio como para no tomarse a risa sus propios miedos. El hombre regresó riendo y tuvo un buen desempeño durante el resto del fin de semana.
Fue una situación energéticamente fuerte!
No tan a menudo se es testigo de cómo alguien se arriesga a suicidar su carrera mostrándose ridículamente infantil por sus temores.
Un humano puede tener comportamientos regresivos ante situaciones difíciles, no importa que tan gerente se sea. Los miedos no se espantan con coronas ni éxitos.
Todos tenemos un cuerpo que habla y grita, y eso, como la muerte, nos iguala.
Como mínimo nadie tiene comprada la salud, ni la seguridad, ni la presencia de los suyos. Se compra insensibilidad pero al final el engaño tiene patas cortas.
Más tarde o más temprano nos enfrentamos a desafíos, dolores y miedos.
Desde esta perspectiva todos tenemos algo que aprender y ese aprendizaje es también nuestro lado luminoso.
A oscuras queda no darnos cuenta de cuándo nos estamos perjudicando justo en lo que deseamos.
Tratemos de no abrumarnos por apariencias e inseguridades.
Nadie llega a un sitio por casualidad y cada cual porta sus gozos y sus dolores.
Ese gerente no se desempeñó por debajo de ningún otro, pero hubo un instante crucial dónde se sintió de tal modo que le pareció más digno tirar la toalla. Su error fue juzgarse duramente antes de jugar la partida, sin confiar en las cartas que ya tenía en sus manos.
Lic. Marisa Rau
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