Cuando nos ocupamos de nosotros mismos estamos menos extraviados en el exterior.
Cuando atendemos a nuestro propio corazón, dejamos tranquilos a los demás para que puedan atender al suyo.
Cuando prestamos atención a nuestro espacio interior podemos sentir los movimientos de nuestro corazón, el fluir de la sangre, el latido de distintos órganos...
Cuando estamos en nuestro eje, menos ocasiones nos hacen trastabillar.
Cuando sabemos que lo merecemos, nos abrimos a recibir.
Cuando escuchamos más, necesitamos hacer menos preguntas.
Cuando desenfocamos nuestra mirada, vemos más realidades.
Cuando hacemos a un lado nuestra aversión, nos hacemos conscientes de esas otras realidades.
Cuando entregamos el volante confiados, no dudamos sobre el camino.
Cuando pedimos guía no discutimos.
Cuando suspendemos el juicio, lo invisible puede verse.
Cuando respetamos nuestro sentir, estamos a gusto.
Cuando confiamos en nuestra intuición, vamos más conformes.
Cuando hablamos, creamos.
Cuanto más sentimos, más estamos, nos maravillamos.
Marisa
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