Si estás en acuerdo contigo mismo, te haces tiempo para escuchar y cultivar ese acuerdo, habrás hallado un tesoro. El primer paso para llegar allí es sintiendo.
Sentir nos posibilita ser más ricos como personas, tener mayor aprecio puesto en nuestras labores, ser más creativos. Sentir permite reencontrarnos con nuestras capacidades y confiar en ellas. Sentir nos muestra cómo y dónde estamos. Más tarde o más temprano nos permite desarrollar nuestra intuición.
En ocasiones pensar confunde, enreda, encubre, engaña. Sentir es menos enroscado.
Cuando nos volvemos dependientes de los argumentos se corre el riesgo de sacrificar el corazón. A menudo nos subordinamos a lo urgente y olvidamos sentir qué es importante para nosotros.
Sentir se ha vuelto un problema para algunas personas, olvidaron como hacerlo.
Otras lo consideran inútil y peligroso, no sea que ponga en jaque sus razonables planes.
Están también aquellos en los que el sentir surge con inoportuna desmesura (por ejemplo en los ataques de pánico a los que Freud llamaba con precisión clínica “ataques de angustia”) y buscan empaquetar su malestar para ubicarlo en un rinconcito donde no moleste; en estos casos emerge lo silenciado que ha roto los diques de contención.
Algunos sienten cosas que su cultura les dice que no existen, esta desautorización de sus experiencias las torna confusas y condenables.
Sentir como mínimo da miedo porque puede ser doloroso.
Hay muchas formas y consecuencias de apagar el sentir, hay muchos efectos de reconectar con el sentir.
¿Qué tal si pierdes la capacidad de sentir hambre? Seguramente comer dejará de ser un placer. Será otras cosas… alimentarse, atiborrarse… pero ya no será un disfrute.
La dimensión espiritual es parte del ser humano en tanto “sintiente”.
Ella estuvo en nosotros antes del surgimiento de las religiones o de corrientes de pensamiento pues sentir no depende de religiones ni de filosofías. Puedes ser un ateo existencialista o confiar en algo muy personal y tener una amplia vida interior. Esa vida interior se relaciona con el sentir.
Si sientes, entiendes más de lo que crees.
Si sientes, puedes sentir compasión por otros seres.
Si sientes, puedes valorar las experiencias de la vida.
Si sientes eso es tu vida espiritual.
Si sientes, estás vivo.
Eso que está allí como mar de fondo, más atrás de sentimientos, emociones o pensamientos, eso que te acompaña dando un tono determinado a tu vida ES tu dimensión espiritual. No puedes apresarla en palabras y sin embargo está allí, sabes de alguna manera inexplicable que está contigo. Intuyes y palpas que hay algo más grande que tú mismo y con lo que te relacionas voluntaria o involuntariamente.
No importa si le llamas naturaleza, dios, cosmos, fortuna, creación, fuente, vacío, gran espíritu, amor, vida, razón, motivación, visión, voz interior o por otros nombres; el asunto es como lo sientes.
Si tu forma de vivir está en conflicto con eso, te sentirás perdido cuando tu mundo exterior trastabille.
Eso que te rodea está también en tu interior y puedo asegurarte que no la pasarás bien si estás reñido contigo mismo.
Si estás en acuerdo con tu interior, todo cambia.
Ningún aspecto debe predominar sobre otro sino hallar una respetuosa convivencia. Los nativos Lakota llamaban a eso “caminar en la belleza”, caminar en equilibrio, con nuestra tierra y nuestro cielo en armonía para entrar en nuestro espacio sagrado.
Lic. Marisa Rau
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