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Cultivar un estilo

(y los 2 lobos de la leyenda cherokee)



En cada uno de nosotros anida lo más elevado, humano, desinteresado, amoroso. Si tienes o entiendes los altos ideales, lo noble, genuino, generoso y compasivo, es porque todo ello está en ti. Te lo enseñaron o se despertó porque se sintió el dolor de su ausencia, poco importa. Nadie podría comprender lo que le resulta completamente ajeno.


Lo más egoísta, codicioso, insaciable, envidioso, el bloquear incluso los buenos deseos, también está en potencia dentro de cada uno de nosotros.


Uno de mis docentes de criminología en el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina, el psiquiatra forense y criminólogo Antonio Horacio Bruno, decía que cualquiera de nosotros podía cometer un homicidio, ninguno, incluyéndolo a él, se exceptuaba. La primera vez que lo oyes te da un escozor, luego lo captas. Sin embargo mi reflexión apunta a un tipo de comportamiento tan constante que se vuelve natural y se convierte en un “estilo”.


Esto nos da la posibilidad de “cultivar un estilo”. Será el que haga posible que de todos nuestros aspectos intensifiquemos los que creamos valiosos y deseables para el beneficio de un mayor número de personas.

Pasar del “si yo gano tu pierdes” al “podemos ganar ambos”.


Este enfoque, cada vez que se plasma en un hecho concreto nos asegura una vida más simple y disfrutable. No requiere un gran esfuerzo, solo atender a qué aspectos queremos dar rienda suelta más seguido en nuestras vidas.


Esto me recuerda una leyenda cherokee que deseo compartir:


“Una mañana un viejo cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo: Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros. Uno es malvado, es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, inferioridad y ego. El otro es bueno, es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe. El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: ¿Qué lobo gana? El viejo cherokee respondió: aquel al que tú alimentes”


Marisa


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