Uno de los mayores miedos con los que me he encontrado respecto a tener habilidades de esas que se llaman “claris” es el miedo a conocer anticipadamente quién ha de morir pronto.
Incluso si se plantea la pregunta “¿te gustaría ser clarividente?”, suele ser la respuesta más frecuente a escuchar. En verdad ni hay que preguntar pues las personas lo dicen espontáneamente: “no quisiera saber quién se morirá primero”. Lo he oído bastante en quienes hablaban de sus padres.
Existen personas con estas habilidades sensitivas desarrolladas. De acuerdo a su sistema de creencias, cada una hace con eso algo distinto pero jamás le deja indiferente. A continuación veremos cómo de la entrevista a dos videntes surge que toman la experiencia de modo diferente.
Ana
Ana es una clarividente con su habilidad trabajada. Está casada, tiene varios hijos y se dedica a leer el tarot predictivo [1]. En su vida cotidiana tiene clarividencia espontánea [2] del tipo “visión del futuro”. Cuando ella “ve” que alguien morirá [3] lo toma con naturalidad.
Así supo sobre la muerte de su madre. Dice que estar avisada le ayudó a prepararse y a transitar mejor el proceso del duelo. Sus habilidades han despertado en ella también un fuerte sentido espiritual, una comprensión de la vida como camino de aprendizaje. Claro que le duele que partan quienes ama, pero ya no cree que estas ausencias sean un final. Es como si se despidiera con un “nos vemos”.
Es una mujer con el corazón abierto que se maravilla ante cada suceso fuera de lo ordinario que tiene ocasión de apreciar y disfruta dando testimonio de ello. Confía en la vida. Cuenta que cuando se le fue abriendo lo que llamó su tercer ojo, no halló censura en su familia. Igual tuvo que vencer algunos temores pero cuando entendió mejor de qué se trata la vida aquellos se resolvieron. Se siente muy agradecida con su camino y bendice sus habilidades porque dice le ayudan a crecer como persona. Trata de no juzgar porque entiende que todo tiene su razón de ser.
Su forma de ver las cosas hace que haya disminuido su sentido de lo trágico y aumentado su sentido del humor.
Analía
Analía es una clarividente reñida con su habilidad, esta habilidad parece ocupar en su psiquismo la función de una maldición. Ella es soltera, no tiene hijos y vive con su madre.
Tiene un tipo de clarividencia que podríamos llamar “visión de anuncio o simbólica”. También tiene sueños premonitorios sobre muertes. Estando despierta “ve” el anuncio de muerte con un símbolo: cuando charla con alguien de pronto también lo ve flotando cerca del techo de la habitación [4]. Algo similar a lo que Iñárritu muestra en Biutiful pero Analía no había visto la película cuando me lo confiesa y no pudo sopesar la comparación. Le espanta saber quién va a morir porque no sabe qué hacer con esa información, de allí que sostenga “no quiero saberlo” y no pueda poner más palabras al asunto.
Le dan tanto miedo sus habilidades que siquiera se anima a trabajarlas para controlarlas o desactivarlas. Le aterroriza que todo el asunto se le vaya de las manos, que se acreciente y descontrole justo por prestarle atención. Además sus habilidades chocan con sus creencias religiosas y probablemente ignore cuanto influyen tales creencias en su terror.
El problema es que sus creencias y sus miedos, que básicamente son una misma cosa, la convierten en dependiente de somníferos. Es lo único que le dio resultado para enterarse de poco. Como prefiere las muertes sin aviso previo lleva décadas consiguiendo hipnoides para no enfrentarse a precogniciones. Vive su miedo a escondidas ya que es un tema del que no le gusta hablar por considerarlo excesivamente privado. Tampoco desea emprender una terapia, para ella es normal su dependencia y el sostener creencias contradictorias que siquiera registra. (Es muy habitual el desarrollo de adicciones para silenciar o al menos intentar controlar este tipo de fenómenos)
Actitudes
Ana y Analía perciben de forma diferente el mundo. Todos tenemos alguna actitud predominante, sea estar en modo aceptación o por el contrario vivir a la defensiva.
Debemos mirar los miedos, fantasmas y monstruos que arrojamos bajo la alfombra, que guardamos en nuestro interior, para amigarnos con ellos y ser cada día más libres. El tipo de pensamientos que tenemos, el modo en que se afrontan las experiencias, determina la forma en que sentimos la vida: a nuestro favor o en nuestra contra.
El miedo de Analía a sus visiones muestra su miedo a la muerte. A la muerte física pero también a la muerte de la coherencia de su sistema de creencias, a la educación recibida, a las consecuencias de un cambio de paradigma, miedo a advertir nuevas significaciones en su mundo, miedo a abrirse a nuevas preguntas, miedo a lo desconocido. Teme dormir porque dormir la acerca a la muerte y al final vive preocupada y con un chaleco químico recetado por ella misma. Como última pincelada añadiré que se accidenta y lesiona con frecuencia. Faltarían más datos para establecer una correcta relación entre su subjetividad y su tendencia a accidentarse pero la hiporreflexia es una de las consecuencias del uso de hipnoides.
Ana acepta la muerte como parte de la vida y goza de un sentimiento de expansión interna. Se trabaja a sí misma para conocerse, para ir tras su deseo, para no proyectar cosas propias sobre los demás, para estar en acuerdo consigo misma y sentirse satisfecha el día que su vida se apague. Todas son oportunidades de aprendizaje y reconciliación para ella.
Nuestra calidad de vida se construye a diario con pequeñas cosas y también con cosas importantes pero invisibles como el buen descanso y el dormir tranquilos.
Marisa
NOTAS
[1] No es el único uso posible de esta baraja.
[2] Con esto solo quiero decir que no es en respuesta a una pregunta que ella haya formulado, sino que es algo que surge sin que lo conduzca.
[3] Por ejemplo “ve” repentinamente el velorio de alguien que goza aun de buena salud.
[4] Y… no. No sé si ha visto esto también al aire libre, vive en una ciudad inmensa y con poco verde.
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