Comprar + Manta de apego = Asombroso márketing sin sentido
La II Guerra Mundial nos enseñó sobre hospitalismo y marasmo infantil. Bebés en instituciones en los que comenzaban a surgir trastornos e incluso morían cuando el cuidado físico era perfecto pero sin afecto. El afecto entraba en escena donde nadie lo esperaba. Freud era de esos locos que lo tenían en cuenta. Con John Bowlby surge la teoría del apego: en instituciones con huérfanos observó la necesidad del bebé de estar cerca de la madre, en un vínculo de acunamiento, para desarrollar seguridad emocional. Este vínculo servirá de base para que la personalidad del niño se desarrolle correctamente. Los vínculos emocionales debían simplemente fuir.
Winnicott (cercano a Melanie Klein) dice:
“El objeto transicional es para nosotros un pedazo de su frazadita, pero para el bebé es representativo tanto del pecho de la madre como del pecho internalizado de la madre”.
Le importa señalar una zona transicional que inaugura dicho objeto al aparecer, una tercera zona de experiencia, una que Winnicott dice que es la zona del vivir y se liga a la vida cultural. Tercer zona, a medio camino entre la realidad psíquica y lo externo. Por estas alturas el universo emocional empieza a implicar un proceso de fases. Pero de acá está tomada la idea de las benditas mantitas.
Vaya contrasentido!
Según muestra la clínica, un objeto transicional surge, no se impone.
Algo de lo interno-externo (que hasta el momento eran indiferenciados) se transfiere a un tercer lugar, encarnado en un objeto que adquiere cualidad representativa y por solo surgir diferencia por fin el “yo” del “otro”. Ese objeto transicional surge como algo a lo que aferrarse cuando la madre se ausenta (y madre en psicoanálisis es una función, no importa si la encarna el abuelo) así que todo el asunto del destete está presente.
Son tiempos lógicos y no cronológicos.
Lic. Marisa Rau
Comments