El psicoanálisis cura por la palabra, de eso que enferma a un sujetado por el lenguaje.
La regla analítica denominada “fundamental” por Freud es la que indica al analizante que diga todo aquello que pasa por su mente, sin prejuzgar ni desestimar, que diga sobre sí mismo. Que pese a toda renuencia se diga libremente y sin censura.
La cura analítica incluye también este dar del analizante, ¿quién podría curar en contra del deseo del analizante? Él debe estar dispuesto a dar lo que debe dar para sentirse mejor, superando su tendencia a huir ante la incomodidad para quedarse con el malestar conocido. Este dar se juega en la transferencia, en la propia relación al saber, en la economía anímica.
Al psicoanalista le concierne otra regla freudiana, la de mantener su atención flotante o libremente móvil al escuchar lo que el analizante dice.
Ambas reglas apuntan a liberar la palabra de los prejuicios. Estar libre de prejuicios es la correcta posición para investigar e interrogarse.
Un analista "no aplica" un tratamiento, investiga y ejerce un arte con la palabra para que el analizante vaya apropiándose a su vez de la suya y pase de "hablado por el Otro" (o tomado por "lalengua") a "dicente". Eso es lo que cura, ese movimiento que es efecto de una escucha singular y de la interpretación analítica.
Es de ese modo como también se aborda el trabajo sobre lo sintomático, eso que habla desde Otro lugar.
Los síntomas son un intento de solución a un malestar anterior, a un desgarro en la trama simbólica (y todo desgarro duele). Ellos portan un mensaje a descifrar para que sea posible la elaboración [1] y cese la repetición. El problema es que anudan más de un sentido, expresan más de una voz y tienen también un costado de inercia que devuelve cierta satisfacción [2]. El síntoma trae una versión desfigurada de un mensaje que originalmente fue condenado al ostracismo y cuando el mensaje vuelve ruidosamente, incordiosamente, buscando ser escuchado, tenido en cuenta, molesta hasta en el cuerpo. Recordemos que el ostracismo era una práctica legal de la Antigua Grecia por la cual por simple votación de la ciudadanía se podía condenar al destierro a alguien, ejerciendo una especie de censura contra un gobernante y en defensa de la Polis. Esta votación no implicaba un proceso de juicio; se votaba sin argumentar sobre las causales de la propuesta de ostracismo y se procedía conforme al voto de la mayoría. Lo "peligroso" que molestaba al cuerpo social se excluía por 10 años. Para lo que queda censurado y excluido de la Conciencia no hay en cambio tal fecha de caducidad automática.
El síntoma es una respuesta a una pregunta que no tuvo permiso para hacerse explícita, que pasó desapercibida o directamente fue omitida de la Conciencia. Así y todo contiene una toma de posición, y por esa decisión se paga con el cuerpo (físico o lenguajero). El síntoma es el recordatorio vivo de que lo crucial para el sujeto no puede amordazarse sino que debe ser resuelto.
Volver a sostener preguntas y desplegar las más inquietantes permite que sean posibles nuevas elecciones, nuevas decisiones, nuevas perspectivas, nuevos futuros, nuevas creaciones, nuevas partidas de finales abiertos.
Hacerse las preguntas correctas posibilita el cambio y la salida de la repetición del eterno retorno, permite no saltarse estos tiempos decisorios para que no deban ser recreados por la temporalidad propia de lo sintomático.
Lo fallido, lo que cojea, el malestar anímico, el síntoma físico, hablan de lo más singular de un sujeto que busca expresarse y eso no cuadra con los ropajes culturales de los "discursos únicos" prêt-à-porter que tanto enferman y esclavizan. En esta época de lo políticamente correcto pero falto de autenticidad, ¡qué refrescante es el psicoanálisis!
Independientemente de que huyamos del sano ejercicio de hacernos preguntas, lo cierto es que los síntomas no pueden silenciarse, apenas pueden transformarse unos en otros y hacerse más o menos visibles a la mirada externa pero jamás menos livianos para su portador.
Marisa Rau
NOTAS
[1] Cf. Freud, S: Recordar, repetir y reelaborar.
[2] Cf. Freud, S: Más allá del principio del placer.
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