Tiempo, espacio y sujeto.
Si decimos que motor de la cura analítica es el padecimiento del síntoma, hay allí una consideración energética, económica, que implica que es aquello mismo que produce el malestar lo que será llamado a utilizarse en una actividad diversa. Aquella del decir tan particular del cual el psicoanálisis se vale. El padecimiento se percibe ligado a lo sintomático y sobre él se monta el despliegue de una queja. Sin embargo sabemos la íntima relación que poseen síntomas y fantasías.
El síntoma se halla montado sobre la pulsión, pues es un modo de hacer con ella, de la cual obtiene a la vez su resistencia. La pulsión es traumática no solo en tanto es tomada en la trama edípica refiriéndose así a la amenaza de castración, sino que es traumática en sentido estructural. Por un lado su empuje es constante y por otro, al no provenir del exterior cualquier intento de huida resulta fallido y así obliga al aparato psíquico a tratarla por otras vías. En "Inhibición, síntoma y angustia" Freud define al trauma como perturbación económica -registrada como dolor- homologable a desvalimiento psíquico, siendo éste el peligro que con la conformación sintomática se intenta eludir. Capturada en el edipo, la pulsión convoca un riesgo externo, sin embargo también conlleva uno interno por el solo hecho del incremento de excitación que introduce; una excitación directa al sistema, ya que como Freud señala no existe protección antiestímulo que atempere las intensidades para lo que no proviene del interior del cuerpo. Entonces, si decimos que la pulsión es traumática es que causa un desarreglo económico revelando una incapacidad del aparato psíquico para "deshacerse" de ella. El desvalimiento es de tal forma en relación con una falta de recursos que la angustia señala y el síntoma "resuelve".
El traumatismo de la pulsión conmemora la presencia de una pérdida. ¿Cómo es posible que lo que está perdido se halle a la vez presente? Es que el tiempo de la presencia y el de la ausencia, el de la pérdida, son solidarios. Lo que se presentifica es una falta y no la falta de ella, lo cual sería un "colmamiento". Cada presencia, lo será en relación a una ausencia que míticamente se instauró. Dicha falta da lugar al deseo en el que la pulsión se hace representar. Es decir, que hay allí algo del orden de la intermediación. El decurso pulsional, montado sobre el deseo, se desarrolla siguiendo las vías de la repetición. Esto tiene dos sentidos, por un lado se repite el camino facilitado hacia la satisfacción y hacia puntos de fijación; por otro, se repite la búsqueda de "la cosa" (ding) ya que la pulsión en su recorrido aspira a arribar a la identidad de percepción, desplazándose así sobre el significante. En la búsqueda de la identidad de percepción, hay desplazamiento hacia el significante puesto que la identidad es del orden simbólico. Pero la repetición es de la diferencia ya que la diferencia se produce en esta búsqueda misma. "Lo que se repite, en efecto, es siempre algo que se produce [...] como el azar" [1].
Si el síntoma es una solución de compromiso y expresa un conflicto de deseos, esto mismo termina confiriéndole su potencia en tanto se ve sostenido por la misma confrontación desde la cual se ha generado. Es como entretener a la pulsión con el síntoma, pero al final el entretenimiento resulta ser una cara molestia así que la lucha contra la moción pulsional se continúa en la lucha contra el síntoma. Es justamente por el desplazamiento así operado que el síntoma deviene traumático. Lo traumático pulsional ha sido transferido al síntoma. La resistencia a lo inconciente le aporta material constantemente pues la represión no es una operación que se produzca de una vez y para siempre. Y allí algo se satisface, por eso se mantiene. La fortaleza del síntoma es la repetición de lo que se intenta tramitar siempre por las mismas conocidas artimañas, es como un "siga la flecha" encontrado en la carretera, y así se avanza en el camino ya señalizado... para desembocar en un laberinto. Y todos sabemos lo atractivos que pueden resultar los laberintos. Justamente Freud nos llama la atención sobre el factor de atracción que lo reprimido comporta y llama a esta atracción "resistencia de lo inconciente" [2], siendo diferente de la "resistencia a lo inconciente". Dijimos que el síntoma, por su sola presencia, conserva la referencia a un peligro que puede, nos dice Freud, ya haber dejado de ser actual. Sin embargo, pese a su desactualización, obliga a esta regresión puesto que ha dado lugar al automatismo de la repetición, regresión a ese camino conocido donde de lo que se trata es de seguir la flecha. Cuando el síntoma ofrece una seguridad frente a lo que en otro tiempo hubiera sido peligroso, manifiesta una inadecuación temporal.
Ahora bien, si los síntomas son traumáticos en tanto son el resultado de un destino de pulsión operándose allí una transferencia económica, las fantasías no son traumáticas en sí mismas. Las fantasías aportan el elemento actual o pasado que incide en la direccionalidad del recorrido pulsional, ellas organizan el paisaje que la pulsión recorrerá, razón por la cual pueden tornarse peligrosas únicamente por añadidura. Si las fantasías se sostienen en deseos son estos los que se harán apremiantes y exigentes en la medida, y solo en la medida, en que obtengan más fuerza, fuerza aportada por lo reprimido. Entonces no se trata de que las fantasías sean riesgosas, sino de que pasan a ser peligrosas en función de la exigencia de satisfacción que demanden. Las escenas que las fantasías pueden procurar para la obtención de la satisfacción alimentan la estructura simbólica de los síntomas en los cuales hallan su refugio, o bien, lo crean.
Lo inconciente no es un lugar sino que define un proceso, no se corresponde con temporalidad alguna por fuera de la que se produce durante la pulsación en que emerge. Es a lo que Freud se refiere al decirnos que los deseos inconcientes, diversos e independientes entre si, no se modifican por el transcurso del tiempo, no se hallan subordinados a éste. Así, decimos que para lo inconciente no hay regencia del tiempo. El suyo es el de una producción en acto, siempre actual en la medida en que el pasado se hace presente. Los tiempos del deseo inconciente son tiempos independientes que no hacen conjunto, pueden entrelazarse más no por ello hacen un todo. Es el tiempo de la repetición y también el de una detención, el de un límite. Podemos decir que lo inconsciente se halla fuera del tiempo; es un fuera del tiempo newtoniano [3]. Son tiempos locales, relativos no a un absoluto sino a otros relativos, lo cual no significa otra cosa más que cada uno tiene un alcance delimitado al espacio que le es propio.
Lo inconciente no es algo unificado, dijimos que era un proceso que afecta a las mociones pulsionales que se hacen representar en deseos. Como ya el mismo concepto de pulsión indica la fragmentación, la temporalidad comparte tal atributo. Por ello decíamos que se halla fuera del tiempo. Sin embargo las producciones de lo inconciente pueden ser tratadas temporalmente en la medida en que son producciones significantes. Si el inconciente habla en sus formaciones -y no a través de ellas- esto es lo que lo hace depender del lenguaje. Y la noción de significante no marcha sin la de corte. De hecho el significante no es sin la discontinuidad que el corte introduce posibilitando las sucesiones, las series. Ello hace posible su ordenamiento y por ésta localización el efecto temporal se produce a nivel de la palabra.
Por otra parte si lo inconsciente depende del lenguaje en tanto éste lo produce y lo revela, es ahí donde la temporalidad que él crea, esta que ya dijimos es siempre actual, revela sin embargo un tiempo otro. Tiempo otro referido a un otro lugar, el de otra escena. Por eso son tiempos relativos a un espacio, que es el de la escena en la que se ha generado. De esta forma tiempo y espacio están encadenados y son coordenadas que localizan al sujeto.
Demos un paso más y digamos que dentro de la estructura misma del síntoma y su sobredeterminación hay dos polos temporales conjugados, en tanto se deducen de las fantasías enfrentadas que lo alimentan. Ello vale también para el fantasma y sus secuencias si preferimos éste término para definir lo estructural de las fantasías. Un tiempo del deseo y un tiempo de su denegación.
Este tiempo interno escindido a la vez que conjugado, que en el síntoma nos habla de lo traumático inconciente, no puede ser percibido por el sujeto más que alternativamente. Hay varias escenas, hay varios tiempos, entonces hay varias coordenadas, no se está en dos a la vez sino que se va circulando por ellas. Hay allí un movimiento no importa la velocidad de la cual se trate. Por efecto mismo del significante, los polos temporales a los que hacíamos referencia como tiempo del deseo y tiempo de su rechazo, se distancian para el hablante ocupando éste en consecuencia diferentes lugares pero en forma alternada. Se comienza a hablar, un extravío en lo dicho se va dando y los polos se van distanciando entre ellos. Por eso el sujeto va alternando sus posiciones, por efecto de la diacronía. De todos modos, no son tantos los lugares que ocupa, el movimiento se va dando dentro de cierto espacio o circuito delimitado aunque sus presentaciones puedan ser innumerables.
Esto es ilustrable con la banda de Möbius, esa figura de una sola cara y un solo borde. Si recorremos su superficie, estando en cualquier punto de dicho trayecto habrá un lugar que nos quedará exactamente en el punto contrario de tal recorrido constituyéndose como su opuesto, su revés (siendo que en verdad se hallan en misma cara o lado). Es siempre el tiempo del recorrido el que distanciará un punto de otro haciéndolos ver como del orden de un anverso y un reverso pese a que cualquier sección que pensemos como tramo pertenece a la misma estructura. Lo percibido como opuesto pasa a ser simplemente lo menos contiguo. Los polos -seudo reverso y seudo anverso- se hallan conjugados en el circuito -la superficie de la banda-. Es la unificación que logra el síntoma al ligar a todos esos tiempos y espacios.
El tiempo es una categoría de las ciencias referida al movimiento de un cuerpo a velocidad constante en el espacio, una medida de la acción. Lo constante posibilita trabajar con intervalos, lo que lo torna útil como herramienta clasificatoria. Decimos que un vehículo que se desplace a una velocidad de 100 km/h tardará 10,17 horas en llegar a Resistencia partiendo de Buenos Aires porque ambas ciudades distan entre si 1017 Km. Si la velocidad del vehículo no fuese constante, la transformamos en tal refiriéndonos a un promedio. La referencia a la constante evidencia ya que para lo psíquico este sistema de la física resulta insuficiente pues el tiempo no es constante aquí, las distancias no lo son y menos aun el movimiento. La constancia en todo caso la aprehendemos en lo que insiste en las repeticiones y en consecuencia el tiempo además de ser una variable, pasa a ser "variable" él mismo. Tenemos por lo tanto que además de ser múltiple como ya lo hemos dicho, es variable.
Como se ve, en lo desarrollado venimos articulando dos niveles de temporalidad. Uno del orden de lo que refiere a otra escena y con el estatuto de un accidente revelado por las formaciones del inconciente. Y otro atinente al funcionamiento estructural introducido por el significante que no es otro que el que se infiere del "que se diga queda olvidado...", tiempo que se impone por el solo hecho de ponerse a hablar, el de la sucesión, la secuencia.
En ocasiones el tiempo colapsa. La brecha entre los polos temporales se diluye y el sujeto se percibe simultáneamente en dos lugares. La temporalidad -cronológica o lógica, puesto que el tiempo lógico no se rige por medidas pero si por un ordenamiento de fases- trastabilla siendo afectado el sentido del "antes" y el "después". Al coincidir sincronía y diacronía el concepto mismo de tiempo se descentra, se deforma. Es a lo que tiende la interpretación al apuntar a caer tanto sobre el goce como sobre el deseo por efecto de un mismo corte. También sirve esta vía explicativa para dar cuenta de lo que se trata en lo que entendemos como atravesamiento del fantasma. Cada vez que estas operaciones ocurran, por el corte que efectúan irán haciendo marca. Si bien sus "horadaciones" no se mantendrán abiertas, dejarán registro del pasaje introducido.
Puesto que la pulsión es el enlace entre síntoma y fantasma, las operaciones sobre uno de estos términos tendrán repercusiones sobre el otro.
En conclusión digamos que el tiempo del trauma es el que él funda. Un tiempo que refiere un antes y un después, un tiempo apresado, detenido o casi inapropiado [4], un tiempo además actual. Las proliferaciones del trauma y sus ciclos habitan el síntoma y el fantasma. El trabajo del psicoanálisis abre un acceso a través de sus envolturas. La estructura labora de continuo en contra de esto en tanto es de norma la producción del cubrimiento de lo real, lo cual es logrado en mayor o menor medida pero de hecho funciona. Rozar lo real del trauma revela al sujeto el vacío central en el que se funda, esto es, lo fundante de la castración. Partir del trauma para volver a él y jugar una nueva partida, partir de él constantemente es la contracara del reencontrarlo. Esto da la resolución y la salida por el lado de cierta flexibilización de la estructura, del tiempo que discurre entre síntoma y fantasma.
Lic. Marisa Rau
Buenos Aires, Diciembre, 2000.
Ponencia en el FPBA, IFCL (Foro Psicoanalítico de Buenos Aires, de la Internacional de Foros del Campo Lacaniano), Museo Roca Instituto de Investigaciones Históricas.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
AAVV, La teoría de la relatividad: sus orígenes e impacto sobre el pensamiento moderno (Albert Einstein y otros - La teoría de la relatividad), Barcelona, Altaya, 1993.
Freud, Sigmund, Construcciones en el análisis, en Obras Completas, Tomo XXIII, Bs. As., Amorrortu Editores, 1986.
- Lo inconciente, en Obras Completas, Tomo XIV, Bs. As., Amorrortu Editores, 1984.
- Carta a Romain Rolland - Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis, en Obras Completas, Tomo XXII, Bs. As., Amorrortu Editores, 1986.
- Inhibición, síntoma y angustia, en Obras Completas, Tomo XX, Bs. As., Amorrortu Editores, 1987.
- Conferencias de introducción al psicoanálisis. 23ª Conferencia: Los caminos de la formación de síntoma, en Obras Completas, Tomo XVI, Bs. As., Amorrortu Editores, 1984.
- Pulsiones y destinos de pulsión, en Obras Completas, Tomo XIV, Bs. As., Amorrortu Editores, 1984
- Recordar, repetir y reelaborar, en Obras Completas, Tomo XII, Bs. As., Amorrortu Editores, 1986.
- Sobre la iniciación del tratamiento, en Obras Completas, Tomo XII, Bs .As., Amorrortu Editores, 1986.
- Psicopatología de la vida cotidiana, en Obras Completas, Tomo VI, Bs .As., Amorrortu Editores, 1986.
Lacan, Jacques, Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1991.
- Seminario 17: El reverso del psicoanálisis, Bs .As., Paidós, 1992.
NOTAS:
[1] Jacques Lacan, Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Bs. As., Paidós, 1991, p.62.
[2] S.Freud, Inhibición, síntoma y angustia, en Obras Completas, Tomo XX, Bs. As., Amorrortu Editores, 1987, p.149.
[3] “El tiempo absoluto, verdadero y matemático, en sí mismo y por su propia naturaleza, fluye de una manera ecuable y sin relación alguna con nada externo, y se conoce también con el nombre de duración; el tiempo relativo, aparente y común es una medida sensible y externa (ya sea exacta o inecuable) de la duración por medio del movimiento, y se utiliza corrientemente en lugar del tiempo verdadero; ejemplos de ello son la hora, el día, el mes, el año.” Isaac Newton, Principios matemáticos de la filosofía natural, en “Albert Einstein y otros - La teoría de la relatividad”, Barcelona, Ed. Altaya SA, 1993, p.18. Es decir que el tiempo relativo, lo es respecto de un tiempo absoluto, constante, omnipresente e indemostrable sobre el cual podría acomodarse el anterior (la misma división es mantenida a propósito de las nociones de espacio, lugar y movimiento).
[4] Inapropiado tanto en el sentido que se desprende de lo desarrollado por Freud en Inhibición, síntoma y angustia, op.cit., es decir, inadecuado a las circunstancias, como en el sentido de lo impropio, esto es, ajeno, extraño.
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