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Consideraciones sobre el Analista de la Escuela

(AE, discurso analítico, Escuela)



El concepto del pase y el dispositivo montado en torno a su verificación poseen relación con múltiples cuestiones, por ubicarse en un momento de bisagra entre el pasaje de psicoanalizante a psicoanalista. En este trabajo nos referiremos solamente a uno de sus aspectos, esto es, el que se liga al funcionamiento mismo de la Escuela. La lectura de la que a continuación intentaremos dar cuenta, no sólo no es la única posible, sino que creemos que ella misma debe ser problematizada.


Nos abocaremos a la idea presente en la Proposición, de pensar y proponer la nominación del AE como siendo aquel que tiene por función analizar la Escuela. Nos dice Lacan que, a los Analistas de la Escuela “les correspondería el deber de una institución interna que somete a una crítica permanente la autorización de los mejores” [1]. Es decir, velar por el mantenimiento de la falta y de ese real en juego, del cual Lacan afirma que por su desconocimiento y negación sistemática se producen los atascamientos y desviaciones en el psicoanálisis.


Si de lo que se trata, es de no olvidar que la raíz del psicoanálisis en extensión es la experiencia psicoanalítica misma, es decir tomada en su intensión, es justamente por apostar a esta forma particular de articulación que se torna crucial definir la tarea del AE en estos términos. Creemos que es la idea topológica del plano proyectivo a la cual Lacan alude explícitamente en su Proposición. De manera tal que lo revelado por el discurso analítico, se aplique al funcionamiento institucional mismo. Cuestión difícil, pero sin embargo ineludible si el objetivo es preservar al psicoanálisis como experiencia que atenta contra las convenciones propias de las agrupaciones.


Afirma Lacan: “Volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma”[2] no parece una tarea confortable, sino más bien lo contrario pues se relaciona con el discurso analítico, del que no es fácil ser el soporte. Por otro lado, será solamente après-coup como podrá evaluarse si se ha estado a la altura de la tarea.


Por otra parte, no debe olvidarse que es responsabilidad de la Escuela constituir “el ambiente de experiencia y crítica que establezca y hasta sostenga las mejores condiciones de garantía”[3]. Debe hacerlo en tanto la Escuela, no sólo distribuye enseñanza, sino que también instaura una comunidad de experiencia. Si esta responsabilidad no es eludida por la Escuela, cabe esperar no cargar de obstáculos adicionales a la ya difícil labor del AE, o quizás, no superponer su función a la del AME anulando de esta forma la diferencia entre ambos grados de la garantía.


A su vez, esto último, introduce la cuestión de pensar nuevamente la garantía que la Escuela otorga en la nominación. Si la nominación se halla ligada a encomendar una tarea imprescindible y hasta imposible, entonces no puede hacerse su evaluación sino con posterioridad. Pero, para intentar evitar toda tendencia a la ritualización, seriación, y hasta a la identificación, sería deseable que, aquello que se verifique en el discurso del pasante sea evaluado con criterios de amplitud y flexibilidad suficiente por parte del jurado, como para que la garantía a la que dará lugar -en caso de nominación- tenga su eje en esta dimensión de acto con la Escuela misma. Pues, el trabajo que en la Escuela se realiza, esta comunidad de experiencia, si bien es en relación a un objetivo común, no debe virar hacia el sentido común.


Aunque el acto siempre es en soledad, no se trata de que los AE sean convocados a lugares de héroes ni de unos de la excepción. Su aporte al mantenimiento del discurso analítico supone recordar que en tal discurso el lugar del agente se halla ocupado por el objeto “a” causando el trabajo. ¿Y qué trabajo podrá ser realizado si se pierde la dimensión del problema? Lo que no funciona, por ausencia o por exceso, no dejará de hablar por el sólo hecho de no ser escuchado. Ciertamente, el analizar la Escuela no es privilegio de los AE; pero, el que la Escuela misma demande que tal lugar sea ocupado formalmente, da cuenta del esfuerzo de garantizar que tal tarea sea desarrollada. De este modo, cobra el estatuto de apuesta con el funcionamiento de la Escuela, más allá de las personas, lo cual no implica, que por ser un lugar lógico no deba éste hallarse encarnado.


El título de AE, en tanto grado de la garantía, tiene su sentido, o bien su orientación, en el significante de la falta[4] (S(Ⱥ)). Esta sola observación parece suficiente para indicar que, el estatuto de la garantía incluye la posibilidad de su falla. Lacan esperaba que la heterogeneidad que esta clase implica transforme la naturaleza del discurso [5]. Y para que esto sea posible la relación a preservar es con la ética del bien-decir, lo cual lejos está de la substancialización óntica. El título de AE, ligado al deseo del analista, es afín con la noción de vacío como lugar a sostener para el desarrollo de la lógica en juego; vacío que, como Lacan nos recuerda, no debe confundirse con la nada [6]. En este sentido, tal título no es un título débil, sino por el contrario, un título fuertemente ligado al discurso analítico. Discurso analítico que debe diferenciarse de los discursos sobre o desde el psicoanálisis, cuyos lugares en la Escuela son preservados por otras estructuras y que poseen sus propias garantías. Todo lo cual hace a la concepción de Escuela como diferenciado de lo que simplemente es del orden de la asociación.


El trabajo de doctrina que Lacan ha dejado en manos de los jurados, y los criterios sobre el fin del análisis y su articulación con el deseo del analista, no debería excluir la posibilidad de la sorpresa ante lo hallado. Si el saber producido posee relación con la verdad, esto lo distinguiría de otros saberes, saberes de eruditos, saberes muertos. Por ello mismo, que aparezca un Uno del saber proponiendo el Secreto del Pase, sería opuesto a la lógica que Lacan quiso resguardar con la instauración del dispositivo del pase. ¿No implicaría sino, buscar permanentemente un plus para sostener la garantía de la garantía? Además, si sus resultados deben ser comunicados [7] para permitir “su reestructuración eventual o su reconducción” [8] ¿no es acaso esto homologable -si bien a otro nivel- con la limitación que al principio de: “el analista no se autoriza más que de él mismo”, le impone el deber de dar cuenta de su práctica? Quizás, no se trate de que el Pase se pretenda ajeno al mal-logro o a los problemas que en él se generan, ya que lo que se halla en juego es lo Real mismo. En tal sentido, su implementación en la Escuela es condición necesaria, aunque no suficiente, para no perder el horizonte sobre lo que el psicoanálisis nos revela y la dimensión de problema que ello comporta.




Lic. G. Bertran, Lic. M. Rau.


  • Ponencia presentada en París en el Rendez-vous de los Foros del Campo Lacaniano, 1999.

  • Publicada en “L´École de psychanalyse – Actes du Rendez-vous internacional les 13 et 14 novembre 1999”, París, Forums du Champ Lacanien, 2000. ISBN 2-9515133-0-5

  • También publicada en Lacaniana, n. 2, Abril 2000, Editorial Dunken, Bs. As, p.20. ISSN 1668-737X


 

NOTAS:

[1] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 - primera versión-, Ornicar? Nro 1, pag. 12, Ed. Petrel, Barcelona, 1981.

[2] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, en Momentos Cruciales de la Experiencia Analítica, pag 8, Ed.Manantial, Buenos Aires, 1992.

[3] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 - primera versión-, Ornicar? Nro 1, pag. 11, Ed. Petrel, Barcelona, 1981.

[4] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 - primera versión-, Ornicar? Nro 1, pag. 29, Ed. Petrel, Barcelona, 1981.

[5] J. Lacan, Sobre la experiencia del pase, Ornicar? Nro 1, pag. 31, Ed. Petrel, Barcelona, 1981.

[6] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, en Momentos Cruciales de la Experiencia Analítica, pag 14, Ed.Manantial, Buenos Aires, 1992.

[7] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, en Momentos Cruciales de la Experiencia Analítica, pag 20, Ed.Manantial, Buenos Aires, 1992.

[8] J. Lacan, Proposición del 9 de Octubre de 1967 - primera versión-, Ornicar? Nro 1, pag. 29, Ed. Petrel, Barcelona, 1981.


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