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Hilvanando algunas ideas sobre el Goce femenino, el Otro Goce, el Goce Otro

Actualizado: 26 dic 2018



Bernini, Éxtasis de la Beata Ludovica Alberton

EL GOCE FEMENINO NO ES EL GOCE PSICÓTICO


Hemos visto como lo femenino y lo masculino tienen que ver con una posición en el discurso y no es algo de género cuando Daniel nos explicaba sobre las fórmulas de la sexuación en Lacan. Y si es algo en el discurso, no se reduce a quien se acuesta con quien.


Lacan ha dicho que allí funciona "algo que podría parecerse a una circulación" por estos lugares que hacen a la bipolaridad sexual de un sujeto [véase el Seminario 19]




Entonces un hombre puede ubicarse del lado de una mujer en cuanto a esta lógica de discurso y también ciertas mujeres se encontrarían más a gusto del lado hombre. Es decir, no es una cuestión de género.


Que no toda mujer entre en este lado de la derecha, podríamos traducirlo como:

  • no es seguro que todas las mujeres cuentan con otro goce que el fálico, y entonces no todas las mujeres se ubicarían allí a la derecha,

  • no todo en una mujer se encuentra bajo la función fálica. Algo puede en cierta forma librarse de su amarradura, desasirse, soltarse, tomar otro rumbo.

Así que tenemos el goce fálico y el otro. El Otro goce o también lo llama Lacan Goce Otro.


En este punto, para ordenarnos y tenerlo presente, podríamos trazar 2 ejes.

  1. El que va por la vía de la locura (que no necesariamente es psicosis) en relación a este particular “no todo” que es no todo fálico. Intentar decir algo por la vía de la locura implica tomar esta noción de libertad, de desasimiento. Lacan usa el término en este sentido también cuando por ejemplo hablando de su nudo borromeo dice que si cortamos una de las consistencias del nudo las otras dos quedan locas, quedan libres, añade. También avanza en el sentido de diferenciar locura de psicosis, cuando dice que locura es creérsela, creer en el nombre propio, creerse uno, indiviso, por ejemplo defender un ideal a ultranza. Se puede aquí consultar su referencia a Hegel.

  2. el que va por la vía del “fuera de lenguaje” o fuera de lo Simbólico. Si vemos la escritura del nudo borromeo, el lugar en el que Lacan localiza el JA es lo que “ex-siste” a lo Simbólico. Es decir, lo que está ahí, por fuera y en cuya antinomia ambos se dan consistencia. La vía de intentar explicarlo como prescindiendo de lo Simbólico hace a enfatizar el aspecto de imposible de decir algo al respecto, cuando se está concernido por ese goce del Otro.


Me parece interesante ir tomando citas o ejemplos para ir pensando sobre esto.

Se me ocurrió tomar algunas palabras de místicos pues es Lacan quien los nombra a propósito de este JA. Los místicos tal vez ya no existan, no al modo de los clásicos al menos, pero si ellos pueden mostrarnos algo de la estructura de su experiencia es interesante.


Habría tal vez que tener presente que a ellos el discurso religioso les dio la oportunidad de que esta experiencia tome la forma del éxtasis místico, esta relación al amor divino, que no significa entonces que lo Simbólico aquí no cuente. Por el contrario, prepara el escenario para la experiencia en la que, una vez allí, toda palabra resulta insuficiente para describir de qué se trata. Es decir algo donde el saber (propio de la trama simbólica también) fracasa.


Ya aquí podríamos de paso mechar algo de esta cuestión de la locura, en el sentido en que Lacan cuando habla del delirio de Schreber (eso que se suele llamar delirio místico) en su seminario de las psicosis se pregunta ¿cómo se podría diferenciar el discurso de un místico del de un Schreber? Es decir ¿por qué podemos pescar que uno es psicótico y el otro no? Se responde que es por el tipo de testimonio que cada uno ofrece de su experiencia. Es decir que se guía por la subjetividad y allí dice que en Schreber lo que encontramos es un testimonio totalmente objetivado donde no da la impresión de que el sujeto esté incluido. Es lo que le pasaba a Schreber, él era tomado por el goce del Otro, el goce de su Dios (porque es el goce del A aquí también, en sentido de que el A se abalanza a gozar del sujeto que se reduce a un objeto y queda en esta posición). Esto nada tiene que ver con una experiencia auténticamente religiosa. Es más, Schreber se ocupa incluso de dejar por escrito que él nunca tuvo inclinación alguna hacia lo religioso.


Es un poco el problema que tenía la Iglesia cuando no se decidía respecto a si alguien era un santo o un hereje y hay una linda película sobre Santa Teresa de Jesús donde muestra bien los problemas que le trajo con la Iglesia su escritura, que es muy plena de lo sexual y pasional. No pude volver a verla. Hay varias, por ejemplo "Teresa de Ávila" (Sobre Santa Teresa de la Jesús) o "La noche oscura" (sobre San Juan de la Cruz) de Saura.


Entonces las citas:


Por ejemplo de las poesías de San Juan de la Cruz [1]. Habla de su amado y él, San Juan de la Cruz queda indicado en el lugar de una mujer. Pero por ahí solo el dato ese no es importante. Hay que ver como es todo un poema, así que elegí 2 fragmentos (no elegí uno en que le habla a su amado, sino otros).


El primero evidencia un esfuerzo por mostrar que algo escapa a lo que se puede decir. Lo encontré bajo los nombres "Entreme donde no supe" o "Coplas de el mismo"


"Entréme donde no supe

Y quedéme no sabiendo

Toda ciencia trascendiendo.

1

Yo no supe dónde entraba

Pero cuando allí me vi

Sin saber dónde me estaba

Grandes cosas entendí

No diré lo que sentí

Que me quedé no sabiendo

Toda ciencia trascendiendo.

2

De paz y de piedad

Era la ciencia perfecta,

En profunda soledad

Entendida vía recta

Era cosa tan secreta

Que me quedé balbuciendo

Toda ciencia trascendiendo.

3

Estaba tan embebido

Tan absorto y ajenado

Que se quedó mi sentido

De todo sentir privado

Y el espíritu dotado

De un entender no entendido

Toda ciencia trascendiendo" [2]


En total tiene 8 estrofas y todas giran sobre lo mismo y terminan siempre en entender lo inentendible más allá de lo que puede entenderse. Es muy bonito.


El otro que me gustó mucho está más en la vía de un deseo ardiente por un goce diría bien real. Es como la expresión de una gran y particular pasión amorosa. Se ve bien que es un "ella" el que habla aun antes de que lleguemos a la estrofa 7 donde se nombra así. Es su alma la que es mujer frente a Dios.


"Vivo sin vivir en mi" o "Coplas de el alma que pena por ver a Dios". Dice así:

"Vivo sin vivir en mí

Y de tal manera espero

Que muero porque no muero

1

En mí yo no vivo ya

Y sin Dios vivir no puedo

Pues sin él y sin mí quedo

Este vivir ¿qué será?

Mil muertes se me hará

Pues mi misma vida espero

Muriendo porque no muero.

2

Esta vida que yo vivo

Es privación de vivir

Y así continuo morir

Hasta que viva contigo.

Oye mi Dios lo que digo

Que esta vida no la quiero

Que muero porque no muero.

3

Estando ausente de ti

¿Qué vida puedo tener

sino muerte padecer

la mayor que nunca vi?

Lástima tengo de mí

Pues de suerte persevero

Que muero porque no muero

4

El pez que del agua sale

Aun de alivio no carece

Que en la muerte que padece

Al fin la muerte le vale.

¿Qué muerte habrá que se iguale

a mi vivir lastimero

pues si más vivo más muero?

5

Cuando me empiezo a aliviar

De verte en el Sacramento

Háceme más sentimiento

El no te poder gozar

Todo es para más penar

Por no verte como quiero

Y muero porque no muero.

6

Y si me gozo Señor

Con esperanza de verte

En ver que puedo perderte

Se me dobla mi dolor

Viviendo en tanto pavor

Y esperando como espero

Muriéndome porque no muero.

7

Sácame de ésta muerte

Mi Dios y dame la vida

No me tengas impedida

En este lazo tan fuerte

Mira que peno por verte,

Y mi mal es tan entero

Que muero porque no muero

8

Lloraré mi muerte ya

Y lamentaré mi vida

En tanto que detenida

Por mis pecados está.

¡Oh mi Dios! ¿cuándo será

cuando yo diga de vero:

vivo ya porque no muero?"


Acá hay algo tan fuerte que trastoca la vida y la muerte, es lo que insiste al final de cada estrofa. La vida es muerte, la muerte promete la vida, es decir, el cuerpo como viviente parece hacer de obstáculo, de límite. No creo que haya que decir más porque no se trata de destrozar un poema aplanándolo hacia un sentido.


Estos poemas parecen mostrarnos algo por cuanto señalan lo indecible de un amor loco. Es decir fuera de límites, fuera de proporción como se dice.


Una tesis que Lacan esboza sobre lo que desea una mujer la da en Televisión (pero no solo ahí): "El universal que ellas desean es locura", estaba hablando de desear EL hombre, EL con mayúsculas. Y agrega sobre las mujeres que "todas son locas" pero no "locas-del-todo". En este sentido: de esto que es otro respecto de lo fálico pero que sin embargo no prescinde de él.


En el lenguaje de la calle uno dice que todas son, somos, medio locas, pero algunas están totalmente locas. Eso ya da una linda diversidad.


Algo no puede pasar al decir en estos místicos, en nada o en parte, en relación a Dios, y como no se puede decir contiene lo ilimitado en potencia. El goce fuera de límite que dice Lacan, fuera del límite fálico, que parece un goce ilimitado pero que solo parece, porque de hecho cae. Lo que parece infinito es sin embargo finito. Acá San Juan de la Cruz sufre al verificar que cae, sufre por la barra.


De paso podemos notar que este goce tampoco (como ningún otro diríamos) produce ningún colmamiento. Más bien este goce instaura la división subjetiva. No es que el “no-todo fálico” es más lindo, más completito, elude la castración, sino que también instaura la división.


Santa Teresa habla de la pena, una gran pena.




MOVIMIENTO DE IDA Y VUELTA


En una mujer… ella no se ausenta del falo, apunta al falo, ansía incluso ser el falo de éste o aquél hombre, y eso puede traducirse como ser la esposa de, ser la amante de, ser la inspiración de, etc. En eso hay un intento de localizarse, lo que en ella parece escapar al falo retorna como intento de ser ubicada desde allí por el hombre.


A ver... si el falo es lo que hace obstáculo a que haya relación sexual es porque produce un campo unificado, un campo fálico, pero que reparte lugares y no hace correspondencias. Pero a la vez que el falo sea lo que nos da eso que llamamos el sentido común, que es una lógica de sentido que más o menos se comparte... también introduce lo discontinuo, el más y el menos, es decir, participa del orden simbólico y en este puede introducirse la ley.


Es decir que al fin y al cabo vuelve o busca algo del orden de la ley, digo, algo donde una legalidad pueda ser introducida. Si algo escapa o se suelta un poco de ahí (queda libre, queda loco), del ordenamiento fálico, no puede ser formulado en términos del lenguaje, no puede ser compartido en el sentido de partido por lo mismo, no hay el más y el menos como sistema de oposiciones significantes.


Por ejemplo, Santa Angela de Foligno (que sientió alivio y consuelo por la muerte de sus madre, esposo e hijos ya que así estaba más cerca de Dios [3]), dice:


"(…) con solo oír hablar de Dios, gritaba. Y si uno me hubiera amenazado con un hacha para matarme, no hubiera podido sustraerme." [4]


Se ve claramente que no se trata de "el milagro del alarido" de Schreber. Pero el grito no es exactamente el articular palabras. Muchos le decían que estaba endemoniada.


Se puede pensar que lo que una mujer tiene de este goce que se muestra como ilimitado, que parece ilimitado porque en ese momento no hay límite, que sería el hilvanado de las palabras, entonces si ella goza allí pierde un poco de identidad se puede decir [un lacaniano promedio escucha la palabra identidad y se crispa pensando que es ideología, no me refiero a eso, lo que es idéntico es a qué un sujeto se identifica]. Las insignias nos quedan en lo Simbólico. O también se podría decir que se despersonaliza, sale de las coordenadas, de sus identificaciones, etc. Pierde identidad y de algún modo quiere ser nombrada para recuperar identidad, su lugar en las identificaciones. Se extravía un poco allí, queda fuera del sentido también y entonces la exigencia de la certidumbre, de algo que haga de borde, de algo que la localice retorna como una exigencia o una demanda amorosa de ser la única por ejemplo. Tal vez esto se emparente con esta exigencia de palabras del lado femenino para con el hombre que le interesa. Ella está muy interesada en que algo se diga.


Esta pérdida de identidad, por llamarla de alguna manera, me parece que está claro en estas palabras de Santa Teresa [5]:


"¡Oh Dios! ¡En qué estado se encuentra entonces esta alma! Ella quisiera ser convertida toda en lenguas para alabar al Señor. Ella dice mil santas locuras que van derecho al corazón de Aquel que así la pone fuera de sí misma."


Dice que está fuera de sí en relación a estas "santas locuras". Y le faltarían 1000 palabras para situarse como quien las emite.


También de Santa Teresa suele utilizar la frase "muero de no morir". Veamos un párrafo muy ilustrativo sobre este goce, como si hablara una amante o de un amante:


"Vi un ángel cerca mío... Tenía en sus manos un largo dardo de oro cuya punta de hierro llevaba, creo, un poco de fuego. Parecía que lo sumergía varias veces en mi corazón y lo hundía hasta mis entrañas... El dolor era tan vivo que yo gemía y tan excesiva la suavidad de éste dolor que no pude desear que cesara. Dolor espiritual y no corporal, aunque el cuerpo no deja de tener su parte, e incluso mucha." [6]


Santa Margarita María de Alacoque afirma:


"Todo mi interior es un profundo silencio para oír la voz de Aquel que amo."


Ella está esperando esa voz, la desea. No va a ser avasallada por un goce intruso y angustiante como en la psicosis.


¿Y por que EL hombre es la locura que ellas desean, las mujeres, dice Lacan?


Otro místico, Jan van Ruysbroeck en El adorno de las bodas espirituales:


"Coged todas las voluptuosidades de la tierra, fundidlas en una sola voluptuosidad y precipitadla entera en un solo hombre, todo esto no será nada al lado del goce del que yo hablo. Este goce deshace al hombre y ya no es amo de su alegría."


Tal vez esto arroje algo de luz sobre lo que Lacan indica con EL hombre que la haría vivir lo que sueña. Sería un EL todo para ella, una especie de locura donde extraviarse. Un EL que es un todo y un todo entero para ella. Donde poder gozar sin orden, gozar fuera de toda ley, es decir, fuera del orden fálico.


Ahora bien, a este El hombre, dice Lacan ellas se lo prohíben y solo lo encuentran en la psicosis. Y añade que no es porque no exista sino porque ellas saben que no hay A del A. No olvidemos que Lacan relaciona a La mujer que no existe con Dios, no solo porque son "ponedoras" dice él y crean algo, sino que hay allí algo en relación al padre, al nombre del padre, al padre como nombrante, como padre del nombre... En la medida en que adentrándose en su goce ella va más allá de los nombres pero también está el movimiento inverso en el que reclama ser nombrada. Así, una mujer parece en mayor afinidad, más cercana, a lo Real. Se sale de los límites y después esto la complica.


Es el falo el que la rescata de éste extravío. Una mujer está en eso bien interesada. Si comparte el ordenamiento fálico, su legalidad, se sirve de él. Cuando es el goce Otro el que se juega ella apunta al falo también, ese que le otorgaría un lugar donde inscribirse al retornar digamos de allí adonde se lanzó. Aquello que antes intenté bordear llamándolo pérdida de identidad y recupero de identidad. En otras palabras, algo en lo que identificarse para recuperar referencias.


En todo caso lo que esto nos permite pensar es que las mujeres están en mayor relación con lo Real. Y podríamos pensar que tal vez cuando la identificación (que ya implica el falo operando) no le otorga un nombre en el cual acomodarse, irrumpe la angustia. Porque entonces habría esa ausencia de la norma, que es una de las formas que Lacan usa para explicar la angustia.




Lic. Marisa Rau

Buenos Aires - Julio, 2003.

Intervención como invitada en el marco del Seminario “Clínica de la sexuación” dictado por Daniel Mutchinick en el IPBA (Institución Psicoanalítica de Buenos Aires).



 

REFERENCIAS:

[1] Verdadero nombre: Juan de Yespes. (1542-1591) Nacido en Fontiveros, Ávila. Canonizado en 1726 y declarado Doctor de la Iglesia en 1926. Estudió en la Compañía de Jesús pero ingresó en la orden de los Carmelitas. Santa Teresa lo integró en su movimiento reformador y editó sus obras. En 1568 fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos.

[2] San Juan de la Cruz, Poesía, Ed. Altaya, 1995, Barcelona

[3] De Foligno, Santa Ángela, El libro de la vida, Ed. Misiones Franciscanas Conventuales, Bs, As., p. 13: “En ese tiempo sucedió que, por voluntad de Dios, murió mi madre, que me era de gran obstáculo. Más tarde, en poco tiempo, murieron mi marido y todos mis hijos. Y como ya había entrado en el camino de la cruz y había rogado a Dios que murieran, a su muerte experimenté una gran consolación”

[4] Op. Cit., p.16.

[5] Nombre: Teresa de Cepeda y Ahumada. (1515-1582) Nacida en Avila. Primer mujer nombrada Doctora de la Iglesia. Organizó una nueva rama de la orden del Carmelo y 2 años antes de su muerte el Papa la reconoció como orden monástica independiente: Carmelitas Descalzas.

[6] Las relaciones, en Obras de Santa Teresa de Jesús, Edición y Notas del P.Silverio de Santa Teresa, Burgos, 1930, 2º edición, p.1018

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